martes, 24 de noviembre de 2015

Peregrino


Oh, peregrino de las estrellas;
Oh, vagabundo del alma;
Sombra incógnita del viento;
Murmullo tranquilo de magma.

¿A dónde vas, tú peregrino? ¿Por dónde te lleva tu mente?

"Mis sueños me llevan allá,
allá donde el cuerpo no alcanza.
Me elevan, me ensalzan, me alzan,
emergen, bravura y templanza"

¿Y qué piensas del desierto? ¿Qué buscas en tanta agonía?

"Desierto no es vil agonía,
es pura, genial fantasía,
desierto es oasis, vergel,
manjar de princesas y zares,
manjar de coyotes y aves.

Desierto es amor, es poesía,
desierto es verdad y mentira"

El peregrino me ha hablado,
me ha invitado a vagar con él
a buscarle sentido a la vida,
a poner fin a esta agonía.

Y así, viví en el desierto,
Probé manjares, conocí princesas, me bañé en oasis, canté con aves y perseguí coyotes. Escribí mis aventuras, leí libros. Mil historias sobre pueblos nómadas que solían habitar estas tierras.

Y la música.
Oh, la música del desierto. La música del silencio. Un silencio puro, sanador. Misterioso y benevolente. Un silencio tranquilo. Tranquilérrimo diría. No sabéis lo que os perdéis sin la música del desierto.

Al cabo de un tiempo, volví a la civilización.
En Ludlow St.
Allí me reencontré con el peregrino. Había cabalgado el universo en mi ausencia. Recorrido galaxias, rodeado estrellas, visitado planetas y colonizado constelaciones. Había entendido los más antiguos misterios, aprendido fórmulas ancestrales y dominado el sentido de la vida.

"¿Y qué tienes tú?", preguntó el peregrino.
¿Qué tengo yo? La música del desierto.



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