domingo, 6 de julio de 2014

Vive mientras te dejen vivir




Nacemos, crecemos y morimos 

Nacemos: aparecemos de la nada, como si de repente, tuvieramos algo que decir en este lugar llamado Mundo.

Crecemos: nos hacemos mayores. Tenemos algo por lo que seguir adelante.

Morimos: de repente todo ha dejado de importarnos.

Llegará un punto de nuestras vidas en que miraremos atrás, decididos a hacer revisión de nuestros hitos, de nuestros aciertos y de nuestros errores. ¿Qué pensaremos en ese momento? ¿Estaremos orgullosos de lo que hemos conseguido? ¿O nos arrepentiremos de todas aquellas cosas que no hicimos? ¿De las oportunidades que dejamos pasar, de las decisiones que tomaron por nosotros, de las cosas que no hicimos por miedo a equivocarnos? Llegará un momento en que todo dará igual. Las oportunidades perdidas, los miedos, los malos entendidos; las dudas existenciales, el sentido de la vida, las ganas de hacer algo; todo pasará de largo como un tren que no lleva a ninguna parte. 

Y es que es eso; ¿por qué sentimos la constante necesidad de encontrarle sentido a esto? La vida no tiene sentido. Su fin mismo es la nada. Pero necesitamos creer lo contrario. Necesitamos buscar una meta, conseguir algo que nos haga tener ganas de despegarnos de la cama, de salir a la calle un día más, en búsqueda de la felicidad. Son metas que a veces nos atormentan, que otras veces nos ilusionan. Pero no son nada; y eso es lo que no entiendo. ¿Por qué molestarnos en querer seguir adelante? ¿Por qué molestarnos en seguir dando vueltas a algo que acabará en polvo? ¿Por qué? 

Pero sin quererlo, a cabeza non para, y como un humano más, no puedo dejar de hacer planes, de ilusionarme por el futuro, de buscar motivos para seguir adelante, y de constuirme un porvenir en la cabeza que quizás (o no) acabe siendo real. Y dentro de esta obsesión, necesitamos personas en las que apoyarnos. Gente. Seres humanos. 

Y por eso no entiendo como puede haber gente tan cegada por todo, tan centrada en sus propios beneficios, tan egoísta como para destruír el mundo y a los demás humanos. Para destruír todo lo que, al fin y al cabo, tiene. Porque el dinero no da la felicidad, sino el mundo y las personas. Cómo se pueden acostar cada noche los líderes de petrolíferas, de gobiernos corruptos, de multinacionales fraudulentas, sabiendo que su razón para levantarse va a ser esclavizar un día más a un niño haciendo zapatos en una fábrica de Bangladesh, que va a ser infrinjir las regulaciones medioambientales, que va a matar a gente. No entiendo como la gente puede querer el mal para el resto. O simplemente no pensar en él. El consumismo, la codicia, el amor propio, el egoísmo, son todos males del siglo 21. Son males que van a acabar con nosotros. Son males. 

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